Formulario de Contacto

sábado, 28 de septiembre de 2019

MMXVII


Mientras acudía a la ordinaria cita de todos los días, acompañado como siempre de unos precarios ojos que apenas si respondían desde su infancia, pudo apreciar aún así, aquella mujer de dorados cabellos, ahora bañados por el sol como un rubor, tez blanca como la nieve, y un alma serena; poseedora de unos ojos verdes -como su interior- que hicieron que el corazón le diera un vuelco.
A través del abismo del lugar, en medio de las demás voces, esos ojos lo devoraron y pasaron sin verle, y jamás lo harían; de eso creía estar seguro. En ese momento pudo comprender de lo que habían escrito los poetas todos esos años. Conoció un amor que jamás sería para él, no obstante, aun así rápidamente, se enamoró de ella.
Nadie podía prever el futuro entonces...

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