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lunes, 10 de agosto de 2020

DISCURSO DE BIENVENIDA A LOS ESTUDIANTES DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA INSTITUCIÓN UNIVERSITARIA DE ENVIGADO 2020-2

 

Ex Magistrado Ciro Angarita Barón
Ex Magistrado Ciro Angarita Barón

Envigado, 10 de agosto 2020.

Reciban un cordial saludo,

Quiero darles la bienvenida a esta casa de estudios, la que será espero yo, como un segundo hogar que les permita cultivar con altura, el aprendizaje de la profesión por la cuál se encuentran hoy aquí.

Quisiera invitarlos a realizar una reflexión el día de hoy, relativa al papel que como parte ustedes ahora, de esta facultad de derecho y ciencias políticas y jurídicas tienen frente a la justicia y la democracia.

En ese sentido la pregunta de ¿Por qué escoger estudiar derecho? no puede resultar en el acostumbrado cliché con el que se agotan las primeras horas de la primera clase de la carrera.

Según López Medina (2019), la mayoría de los abogados que fueron objeto de un reciente estudio de investigación, reconocieron que hablaban un tecnolécto y un acrolécto, por oposición a un sociolecto -lenguaje común-. Tecnolécto viene del latín “Tecnos” o técnico. Acrolécto viene del latín “Acros” o Superior. Todo lo anterior quiere decir que los abogados del país creen hablar no solo un lenguaje técnico, sino además un lenguaje superior al de las demás personas. Esta realidad, evidencia la tesis sostenida desde la sociología crítica relativa a que los abogados somos una especie de élite social.

Muchas personas ven el derecho como un ascensor o un escalador social y una vez se es abogado, hay que soportar a las espaldas el paradigma vigente del “abogado exitoso”.

¿Quién es el mejor abogado?, preguntaba Robert Downey Jr, en una película (2014) de juristas cuyo nombre ahora olvida mi memoria. La respuesta que él mismo indicaba sin dudar, era que el mejor abogado era el más exitoso económicamente y el que ganaba todos los casos a cualquier costa. Su padre, quien hacía las veces de un juez de un pequeño pueblo, le espetaba mediante una respuesta aleccionadora: para él el mejor abogado había sido un humilde letrado de dicho poblado, quien nunca tuvo ninguna clase de reconocimiento y que a sabiendas de que nadie más se sentaría a su lado en la iglesia y del rechazo futuro y permanente de sus conciudadanos, había aún así asumido la defensa de oficio, de un peligroso delincuente que había cometido un asesinato atroz. El abogado creía en el derecho humano al debido proceso como valor, y practicó aquel imperativo ético que nos enseñó Kant: El fin no justifica los medios. De modo que preparó al acusado y lo defendió, sin trucos… el resultado: el hombre fue condenado a muerte, pero la conducta observada por el abogado al optar por defender al reo, llevaba un mensaje implícito de enorme trascendencia: La sociedad se hace mucho más decente si es capaz de garantizar hasta al peor de sus ciudadanos, algo que jamás ellos le garantizaron a sus víctimas: Un juicio justo.

El paradigma del abogado exitoso nos lleva a despreciar lo que hay detrás del ejemplo anterior, por que el resultado no fue la absolución del condenado. En las escuelas de derecho, el paradigma del abogado exitoso que se encargan de enseñar muchos de los propios profesores, es el que admira al abogado con el mejor traje, con el mejor auto, y por supuesto, entre más enredado hable mejor. Recuerden: un acrolécto es un lenguaje superior. Los abogados no caminan sino que “levitan”, acusan muchas personas del común, haciendo referencia a su astronómico ego.

La cuestión anterior debería ser motivo de una verdadera preocupación, y responde a la reflexión acerca de la relación entre derecho, justicia y democracia.

Según el último informe del índice multidimensional de la pobreza del DANE (2019), en Colombia el 27,0% de la población vive en situación de pobreza, y un 7,2% en pobreza extrema.

Por otro lado, según López Medina (2019) la última encuesta de necesidades jurídicas insatisfechas evidencia que en Colombia el conflicto es regresivo: Entre más pobre o vulnerable es la persona (tercera edad, madre cabeza de familia, discapacitado) más y peores conflictos tiene.

Así las cosas, me pregunto yo ¿Creen que el actual paradigma del abogado exitoso contribuye a una verdadera relación entre el derecho, la justicia y la democracia?

¿Con un lenguaje acroléctico de pedantería lingüística, estamos contribuyendo a que la gente más desprotegida realmente conozca cuales son sus derechos fundamentales? Esto por su puesto está lejos de la democracia, lejos de la gente.

En este contexto, oigo todavía con pavor en muchos litigantes, jueces y magistrados pronunciar la antigua expresión “dura lex sed lex” -Dura es la ley pero es la ley-

Esto me lleva a apoyar la pertinencia de esta pregunta ¿Somos los abogados seguidores ciegos, inconscientes quizá, de esquemas elitistas pre-establecidos que contribuyen al mantenimiento de la desigualdad? Veamos:

La señora Belinda Serna de Castaño, de 60 años de edad, Madre de una hija discapacitada con una invalidez del 58% de pérdida de capacidad laboral y un nieto de 6 años, vendedora ambulante de aguas aromáticas en la calle, lo que le generaba ingresos mensuales de $300.000 mil pesos, construyó con la ayuda de material y trabajo donado por sus vecinos, en un humilde barrio de Bogotá, una pieza en la terraza de su precaria vivienda, para arrendarla y mejorar las condiciones de vida de su familia. Su pecado: construir sin licencia de la curaduría.

Las autoridades pronto la sancionaron con una multa de 14.000.000 millones de pesos, multa que por su humilde condición jamás podría pagar. Por eso, para garantizar el pago de la infracción, las autoridades decidieron rematarle la casa en pública subasta, lo que amenazaba con dejar a tres personas vulnerables en la calle: Una persona de la tercera edad vendedora ambulante, una madre discapacitada que no podía laborar, y un niño en situación de pobreza.

La señora Belinda Serna de Castaño, interpuso acción de tutela contra las autoridades por violación a su derecho fundamental a la dignidad humana y a la vivienda digna, pero todos los jueces de las dos instancias -como esos continuadores de desigualdad-, observando que en el caso se había aplicado adecuadamente lo dispuesto de la ley 810 de 2003, negaron el amparo de sus derechos fundamentales: No había nada que hacer, la multa era legal.

El caso ya era cosa juzgada y amenazaba con quedarse así, sino es por que la Corte Constitucional decidió revisar el expediente -Sentencia T-331/14-, y señalar que se había omitido aplicar el mandato constitucional señalado en el artículo 13, inciso 3 de nuestra carta magna: “El Estado debe dar un trato especial a las personas que por su condición física, mental y económica se encuentran en circunstancias de vulnerabilidad manifiesta” y el mandato del artículo 4: “La Constitución es norma de normas e impera sobre las demás”. En consecuencia, la Corte decidió inaplicar la ley 810 de 2003 que establecía la sanción gravosa y rebajar la multa a un valor de $300.000 mil pesos -no superior a los ingresos mensuales de la vendedora ambulante- y le ordenó a las autoridades que se la permitieran pagar en 12 cuotas. Una decisión como la anterior, que dejó de lado la ley para hacerse coherente con nuestro módelo constitucional, le permitió a esta humilde familia no perder su hogar.

Para mí, el caso visto anteriormente no es derecho, es poesía. Una poesía que verdaderamente honra la relación que debe existir entre derecho, justicia y democracia y que ha sido el objeto de la presente reflexión.  Misma relación en la que insistía Ciro Angarita Barón, quien en mi opinión fue el magistrado más brillante de la historia de la Corte Constitucional. La profunda discapacidad con la que el azar lo dotó de nacimiento, ubicándolo en una permanente posición de desigualdad ante la vida, le permitió entender que ejercer el derecho no valía la pena, sino era para reconciliarlo con la utopía. Por eso, señalaba en sus clases con ejemplar grandeza desde su austera silla de ruedas:

"Conozco muchas facultades de derecho, pero pocas de justicia".

Creo modestamente que por esto vale la pena estudiar derecho, para reconciliarlo con la utopía, para reconciliarlo con la justicia.

Muchas gracias.

 

JUAN FELIPE DÍEZ CASTAÑO

 

Bibligrafía:

- Medina López Diego Eduardo (2019), XXII Encuentro de la Jurisdicción Ordinaria, (Video). Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=hX0V_YI_hos

- David Dobkin (2014) El juez, (película), Village Roadshow Pictures.

- DANE, (2019), Comunicado de prensa pobreza monetaria año 2018, Consultado de:https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/condiciones_vida/pobreza/2018/cp_pobreza_monetaria_18.pdf