La
historia de la rebelión del soviet de Kronstadt.
El 8 de marzo de 1921, fue aplastado
por los Bolcheviques, el soviet de Kronstadt -Ubicado cerca de la ciudad rusa de
Petrogrado-, uno de los concejos populares -integrado por marinos, soldados y trabajadores- basados en la democracia directa, que participó decisivamente en la
revolución rusa de 1917 -fue el primer y más importante soviet de trabajadores que existió en Rusia, cuyo apoyo fue crucial el 20 de octubre de ese año para realizar el golpe al gobierno provisional de Alexander Kerensky-, pero que ante el advenimiento de la dictadura del
partido único -partido comunista- y sus políticas de militarización de las
fábricas ya en manos del nuevo Estado soviético, con la consecuente violación
masiva de derechos de los trabajadores -jornadas laborales de esclavitud para aumentar la producción, violación del derecho
de sindicalización, salarios de miseria-, se había rebelado contra el partido
comunista y pedía el establecimiento de una democracia basada en el pluralismo
de diversos partidos políticos -entre ellos otros de izquierda-.
Los rebeldes del soviet exigían lo siguiente:
Los rebeldes del soviet exigían lo siguiente:
"1. En vista de que los
actuales sóviets no expresan la voluntad de los obreros y campesinos, celebrar
inmediatamente nuevas elecciones mediante voto secreto, con libertad para que
todos los obreros y campesinos puedan realizar propaganda electoral en el período
previo;
2. Dar libertad de expresión y
prensa a los obreros y campesinos, a los anarquistas y a los partidos
socialistas de izquierda;
3. Asegurar la libertad de
reunión para los sindicatos y las organizaciones campesinas;
4. Llamar a una conferencia no
partidaria de obreros, soldados del Ejército Rojo y marineros de Petrogrado,
Kronstadt y de la provincia de Petrogrado, para una fecha no posterior al 10 de
marzo de 1921;
5. Liberar a todos los
prisioneros políticos de los partidos socialistas, así como a todos los
obreros, campesinos, soldados y marineros encarcelados en vinculación con los
movimientos laborales y campesinos;
6. Elegir una comisión que
revise los procesos de quienes permanecen en las prisiones y campos de
concentración;
7. Abolir todos los departamentos
políticos, porque a ningún partido deben dársele privilegios especiales en la
propagación de sus ideas o acordársele apoyo financiero del Estado para tales
propósitos. En cambio, deben establecerse comisiones culturales y
educacionales, elegidas localmente y financiadas por el Estado;
8. Retirar de inmediato todos
los destacamentos de inspección caminera;
9. Igualar las raciones de
todos los trabajadores, con excepción de los que realizan tareas insalubres;
10.Suprimir los destacamentos
comunistas de combate en todas las ramas del ejército, así como las guardias
comunistas que se mantienen en las fábricas y talleres. Si tales guardias o
destacamentos resultaran necesarios, se designarán en el ejército tomándolos de
sus propias filas y en las fábricas y talleres a discreción de los obreros;
11.Dar a los campesinos plena
libertad de acción respecto de la tierra, y también el derecho de tener ganado,
con la condición de que se las arreglen con sus propios medios, es decir, sin
emplear trabajo asalariado;
12.Requerir a todas las ramas
del ejército, así como a nuestros camaradas los cadetes militares (kursanty),
que aprueben nuestra resolución;
13.Pedir que la prensa dé
amplia publicidad a todas nuestras resoluciones;
14.Designar una oficina de
control itinerante;
15.Permitir la producción de
los artesanos libres que utilicen su propio trabajo.
PETRICHENKO, Presidente de la
Asamblea de la Escuadra
PEREPELKIN, Secretario."
Esta situación no sería
tolerada por la política totalitaria de Lenin, quien envió al ejército rojo en
cabeza de Trotsky a aplastar al movimiento obrero.
El mismo día de su caída, los
trabajadores del soviet de Kronstadt -entre los que se encontraban numerosos comunistas desencantados- se pronunciaron en un discurso memorable, un
último canto del cisne de la resistencia, que evidencia como la llegada del
comunismo, no representó el fin de la dialéctica de clases como predecía Marx,
sino una nueva dialéctica, ya no era la burguesía la que explotaba al
proletariado, era el politik buró del partido comunista. Sus supuestos
liberadores ahora eran sus verdugos. A continuación el texto completo del
discurso, tomado del texto “Lenin y el totalitarismo” de Mauricio Rojas -2017-,
pag.122 :
“Al hacer la revolución de octubre, la
clase obrera había esperado obtener su emancipación. Pero el resultado fue una
esclavitud aún mayor de los seres humanos. El poder de la monarquía, basado en
la policía y la gendarmería, pasó a manos de los usurpadores comunistas que en
vez de darle libertad a los trabajadores les han dado el temor cotidiano de
terminar en las cámaras de tortura de la Cheka, cuyos horrores exceden con
mucho a los del régimen de la gendarmería zarista (…) Pero lo más bajo y
criminal de todo es la esclavitud moral instaurada por los comunistas: ellos
han incluso metido sus manos en el mundo espiritual de los trabajadores obligándolos
a pensar a su manera (…) A las protestas de los campesinos, expresadas en
levantamientos espontáneos, y a aquellas de los trabajadores, cuyas condiciones
de vida los impelen a declararse en huelga, ellos han respondido con las
ejecuciones en masa y un apetito por la sangre que de lejos excede al de los
generales zaristas (…) Bajo el yugo de la dictadura comunista, la misma vida es
peor que la muerte”.
Como manifiesta Rojas -2017- “Así
terminaba el “asalto al cielo” del año 1917. La utopía se había transformado en
distopía y la liberación en esclavitud. Lo que empezó con la famosa consigna de
“todo el poder a los siviets” concluía bajo la consigna de hecho del nuevo
poder dictatorial: “todo el poder contra los soviets”.
A manera de prolegómeno, nunca los intereses de la clase obrera son los mismos de la burguesía, ni támpoco, como lo demuestra el ejemplo de Kronstadt, los mismos del Estado. Por eso resulta importante defender el derecho humano a la libertad sindical consagrado en el artículo 23 de la declaración de 1948, que implica que los trabajadores puedan velar por sus propios intereses a través de sindicatos independientes del poder. Esta es la línea que defiende la social democracia desde el programa de Bad Godesberg de 1959, que ha aceptado la economía social de mercado, donde se reconocen las libertades económicas -libertad de empresa-, sin renunciar por otro lado al reconocimiento de los derechos laborales.