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viernes, 31 de mayo de 2019

HOMENAJE A UN HOMBRE REBELDE QUE CULTIVÓ LA TOLERANCIA


Por: Juan Felipe Díez Castaño

Francois-Marie Arouet, conocido como Voltaire, fue uno de los pensadores liberales más importantes del siglo de las luces -XVIII-. Su obra refleja la concepción acerca de la ilustración que Immanuel Kant defendía en su obra ¿Que es la ilustración? de 1784: Sapere aude, que significa atrevete a saber, o ten el valor de utilizar la razón.

Voltaire, polémico, irreverente, rebelde, siempre supo poner en cintura a los fanáticos de todo tipo: los políticos y los religiosos, y a ellos se enfrentaba a través de una herramienta muy poderosa: la razón. 

En Zadig o del destino, su obra del año 1747, el francés nos muestra la fuerza de una lógica pro homine, como elemento para combatir leyes antiguas y tradiciones culturales o religiosas intransigentes, que no están acordes con la dignidad humana. Es así como en el capítulo denominado "LA HOGUERA", se cuenta la historia de una costumbre ancestral en la Arabia, que consistía en que las mujeres se veían obligadas a prenderse fuego en una pira de madera ante el fallecimiento de sus esposos, como símbolo de fidelidad y santidad. Zadig, un esclavo que va de viaje por el lugar con su amo, al darse cuenta de semejante costumbre atroz, decide cuestionarla, y Setoc -el amo de aquel- le replica:

Hace más de mil años que las mujeres están en posesión de quemarse. 
¿Quien de nosotros osará cambiar una ley que el tiempo ha consagrado?
¿Hay algo más respetable que un antiguo uso?
 
Zadig, a su vez contesta:
La razón es todavía más antigua.
 
Como puede verse, para Voltaire la razón no solo era más antigua que los prejuicios absurdos sobre los que muchas sociedades suelen construir su cultura y costumbres -en no pocas veces violatorias de los derechos humanos-, sino que también, esta no es una facultad que se tenga por pertenecer a cierta clase social. La razón entonces, es un atributo que puede estar presente en cualquier caso sin miramientos, hasta en un humilde esclavo: Zadig. 

Lo dicho, evidencia que Voltaire creía en esa vieja y romantica idea de que el conocimiento no es un bien heredado por los padres a sus hijos con base en sus títulos nobiliarios, y que cualquier ser humano, sin considerar su origen social, puede poseerlo. A mi modo de ver, a casi 300 años de escrita, una idea aún vigente y revolucionaria.


El parisino sin duda fue un libre pensador. Creía en el azar, no en una providencia divina que trazara un destino predeterminado para los seres humanos, o así se desprende de su obra de 1759 llamada Candido o del optimismo, la que constituye una burla frente a la supuesta existencia de una historia ya escrita antes de vivirla,  y menos de un futuro providencial garantizado al individuo. De aquello da cuenta un pasaje memorable del capítulo vigésimo primero del libro de marras:

"Pero entonces -preguntó Candido- ¿Para que fue creado este mundo?"
"Para sacarnos la rabia"- Dijo Martín

La idea que transmite el pasaje del texto atrás citado, no es la de un irrefrenable pesimismo, sino una invitación a la humildad, a entender que nada garantiza en la vida que nuestras ilusiones se cumplan, y por eso se muestra como imperativo el cultivar lo que un pensador Colombiano llamó sabiamente la resignación inteligente

Voltaire, también fue un defensor de la tolerancia. Siempre he pensado que la famosa reflexión del científico Carl Sagan, publicada en su libro de 1994: Un punto azul pálido: Una visión del futuro humano en el espacio, está basada en la reflexión que Voltaire hizo 234 años antes, en su texto de 1763 denominado: Tratado sobre la tolerancia. Esta maravillosa disertación invita a la fraternidad universal del ser humano, a tratarnos entre todos con respeto, pues todos compartimos este modesto planeta minúsculo, donde la prepotencia y el ego, se muestran como sentimientos absurdos, ante la pequeñez de nuestras vidas, en la inmensidad del cosmos. Así lo expresa el parisino en la obra ya mencionada:


"Este pequeño globo, que no es más que un punto, rueda en el espacio, como tantos otros globos; estamos perdidos en esta inmensidad. El hombre, de una altura de unos cinco pies, es desde luego poca cosa en la creación. Uno de esos seres imperceptibles dice a varios vecinos suyos en Arabia o en Cafrería: "Escuchádme, por que el Dios de todos estos mundos me ha iluminado; hay novecientos millones de hormiguitas como nosotros en la tierra, pero sólo mi hormiguero es apreciado por Dios; le horrorizan todos los otros desde toda la eternidad; el mío será el único feliz, y todos los demás serán eternamente desdichados.
Entonces me interrumpirían y me preguntarían quién es el loco que ha dicho esa tontería. Me vería obligado a responderles: Vosotros mismos." 

Para Voltaire, creer que se es dueño de una verdad absoluta y revelada, con base en una ideología religiosa, moral o política, en un mundo tan diverso, era equivalente a la locura, misma condición que había llevado a los hombres a asesinarse mutuamente durante siglos por tales motivos deleznables. Así lo expresa en Micromegas, su texto de 1752, en el cual narra la historia de un gigante extraterrestre que viajando por el universo llega a la tierra, y al ver a los hombres, se sorprende por su diminuto tamaño, pues a él le parecía que al ser tan pequeños, tenían un gran alma o espíritu, por ello estándo dotados de una vida feliz. No obstante un grupo de filósofos no tardaría en desilusionar al gigantesco ser. Así narra el encuentro Voltaire:

"O átomos inteligentes, en quien el Ser eterno se ha complacido manifestar su habilidad y su potencia, sin duda debéis gozar de alegrías muy puras en vuestro globo; ya que, teniendo tan poca materia y pareciendo ser todo espíritu, debéis pasaros la vida amando y pensando, es la verdadera vida de los espíritus. No he visto en ninguna parte la verdadera felicidad, pero sin duda está aquí.
Ante este discurso, todos los filósofos sacudieron la cabeza; y uno de ellos, más franco que los demás, confesó de buena fe que, si se exceptuaba a un número muy reducido de habitantes muy poco considerados, todo el resto era una cálifa de locos, de malvados y de desdichados."

Y continúa el filósofo explicándole al gigante:
 
"Tenemos más materia de la que necesitamos-dijo- para hacer mucho mal, si el mal viene de la materia, y demasiado espíritu, si el mal viene del espíritu. 
¿Saben ustedes, por ejemplo, que en la hora en que les hablo, hay cien mil locos de nuestra especie, cubiertos con sombrero, que matan a cien mil otros animales cubiertos con turbantes, o que son masacrados por ellos, y que, casi en la tierra entera, así ocurre desde tiempos inmemoriables?" 

Queda entonces hecho, en estas modestas palabras, este pequeño homenaje a Voltaire, quien sin duda fue un hombre rebelde, pues utilizó la razón para cuestionar al mundo y que a su vez cultivó la tolerancia, pues demostró el sin sentido del fanatismo.